Tuesday, September 27, 2011

Lo Bravo de la Barra (o... ¿no estás muy viejo para estar jugando esto?)


Entre tantas discusiones en los medios sobre la violencia en el Perú, se paralizaron todas las noticias para enfocarse en una: la muerte de un hincha de Alianza Lima, supuestamente a mano de barristas de Universitario de Deportes, en pleno clásico del fútbol peruano. Desgraciadamente no es novedad la muerte de barristas, tanto que varios de estos homicidios simplemente no se reportan, sucediendo usualmente en las afueras de los estadios, o en los barrios pobres antes de los partidos. Capaz lo distinto fue que ocurrió a plena vista, dentro del estadio. O capaz lo que impresionó fue un tema socioeconómico: el muchacho difunto, Walter, tenía una buena presencia física, era estudiante universitario, y rápidamente se podía deducir que era parte de uno de los sectores socioeconómicos altos (A-B-C). El típico barrista muerto en el anonimato mediático es de clase mas humilde. Lo otro fue que la muerte no sucedió dentro de los gradas populares del estadio (Sur o Norte) donde se pelean las barras bravas, sino que el jóven fue arrojado de uno de los palcos del Estadio Monumental. Cualquiera no puede tener un palco, ya que son caros, y eso da la falsa impresión de seguridad - estas alejado de la violencia de la tribuna, entre "las buenas familias".

Siguiendo la misma línea, otro dato inesperado que ha emergido con el pasar de los días, es que el presunto asesino no era un pandillero de los distritos pobres de Lima. Al principio se pensaba que uno de ellos se había subido de la tribuna popular a atacar a los palcos. Más bien resultó siendo un hombre de 36 años, bien acomodado, blanco, nacido y vivido en los mejores distritos, quien estaba en uno de los palcos al lado. Algo similar se puede decir de la mayoría de sus supuestos cómplices, a excepción de un par de sujetos de menor clase, con apariencia de barristas pandilleros típicos pero de mayor edad, que se dice que estaban de invitados como "protección" o chivo expiatorio.

Capaz la noticia fue presa fácil de los medios, ya que la "U" ha tenido una secuencia imparable de escándalos administrativos en los últimos 15 años, por algún motivo mucho más ventilados que los idénticos de sus rival. Tampoco ayudó que los jugadores y gerentes de Alianza se quedaron dolidos por la pérdida de un partido que la prensa anunciaba que iban a ganar fácil, pero donde su arquero acabó siendo la figura. Su reacción fue que imediatamente aprovecharon para exigir que el estadio fuera clausurado, en vez de decir que ellos iban a aportar en examinar si las provocaciones de su propia barra brava y su cultura de violencia tuvo algo que ver en los incidentes. Pero no fue sorpresa, ya que todo dirigente y político comprometido mas bien salió a lavarse las manos y tirar dedo al otro. Y la prensa actual esta obsesionada con la violencia en el Perú, más que nunca, y especialmente cuando pueden seguir un caso de una víctima jóven y de buena apariencia. Ahora cada político caza-votos que le encanta las cámaras, y cada artista posero, ha salido a pedir un alto a la violencia. El único resultado concreto de tanta candela fue que el Ministro del Interior prohibiera a todos los hinchas de asistiar a cualquiera de los partidos.

Quisiera pensar que no es un asunto de candela y chisme, y que realmente la sociedad Peruana esta demostrando su rechazo a esta violencia, y un compromiso para encontrar como pararlo.

Pero a ver si finalmente se va a tocar el tema social de la barra brava, para arreglarlo. Antes de que alguien me acuse de tomar este tema a la ligera, confesaré que yo también he sido una víctima de las barras bravas, habiendo sido atacado por "hinchas" del Alianza a la salida de un clásico a fin del '95. Si no hubiese sido por la intervención samaritana de un empresario, extraviado en el tráfico al regresar de su oficina, que detuvo su auto para rescatarnos, capaz me hubiese muerto ahí, como anunciaron los balazos que sonaron tras nuestro escape. Y aún así, no le guardo cólera a los hinchas de Alianza en general, y hasta soy buen amigo del hijo de uno de los barristas centrales de su hinchada clásica (lease: no brava). He participado en las divisiones más bajas del fútbol peruano, jugando al lado del hermano de un eventual jugador del Alianza Lima, y más bien me da orgullo que aquel esta destacando en Italia y en la selección Peruana. Tampoco pido la clausura del Estadio Nacional, sino aplaudo que se haya embellecido la zona donde fui atacado,

El fenómeno de la barra brava siempre se ha examinado bajo la pespectiva de pandilla juvenil. La típica discusión sobre cómo solucionar el problema va entorno a que es síntoma de la violencia producida por la pobreza y la falta de educación. Los derechistas exigen que entren policías y militares a los barrios mas pobres para arrestarlos, mandarlos al servicio militar, o matarlos, que se pongan miles de policías más en los estadios, y que se hagan mas cárceles; los izquierdistas exigen más escuelas y mayor atención social. Lo que "malogra" la discusión esta vez es el estatus socio-económico del presunto barrista asesino. Si la barra brava es simplemente un disfraz adoptado por las pandillas de los distritos históricamente pobres de Lima, ¿qué hace este sujeto de dinero y posición social empujando a otro hombre jóven de igual posición social a su muerte, en nombre del deporte?

No es una excepción, por si acaso. Cuando era más jóven me enteré que un conocido mío, blanco, sector A-B, graduado del Santísimo, fue uno de los principales vándalos de un restaurante brasilero de Miraflores tras un partido empatado con Brasil por las eliminatorias al Mundial Japón-Korea 2002. Fue un acto sin sentido alguno, sin la más mínima provocación, dentro de una celebración. Otro ejemplo: a principio de los 90s, en mi colegio de jóvenes de familias privilegiadas, rondaban los volantes distribuídos por la Trinchera Norte y el Comando Sur. Varios expresaban su admiración por las barras bravas y repetían sus frases agresivas, las cuales hoy en día veo reproducidas por las nuevas generaciones de jóvenes adinerados en sus comentarios en las redes sociales.

El barrista peruano supuestamente es un varón jóven entre 13 y 22 años, de clase socioeconómica baja, que es atraido a unirse a un grupo que lo hace sentirse en familia, orgulloso de algo. Es más fácil cuando falta una figura paterna en el hogar, y hay una serie de problemas más que le baja la auto-estima. A veces también se une por protección, o por apoyar la defensa del barrio. Finalmente, se ve metido en actividades criminales, aprovechando el poder de un grupo violento. No siguen cuando son adultos, ya que mueren, son encarcelados, maduran, o se hacen cargo de criar sus familias. Los pocos que siguen son viejos delinquentes comunes, probablemente drogadictos que toman roles de “abuelos” o padrinos.

Pero la mayoría de los acusados del asesinato del barrista Walter no encajan en esta descripción. Dos o tres de ellos capaz tuvieron esta descripción hace 20 años atrás. Todos tienen un promedio de 30-36 años. La mayoría de ellos son de posiciones socioeconómicas acomodadas. Un par de ellos son acusados de estar metido en la venta de drogas – pero una para el strato más alto, el Ecstasy, repartidas usualmente en discotecas para pitucos. Los demas son padres de familia, con buenos trabajos. Probablemente no todos fueron involucrados en el crimen, pero mínimo todos eran asociados con ser barristas bravos, y varios estuvieron presente en los eventos violentos que precedieron al asesinato. Entonces, se comprueba que el tema de fanatismo violento va mas allá de las pandillas.

El fanatismo deportivo de por sí es algo curioso. ¿Qué hacen personas (usualmente hombres) dedicando tanto tiempo y pasión para gritar a favor de un grupo de hombres con el que problemente no tienen conección alguna, y comprar ropa para verse como ellos? Por último, es más fácil entender hacer barra por el equipo que representa a tu país, tu ciudad, tus amigos, o tu colegio. Si tu estima grupal está en juego, entonces te vas a unir a la pelea, así sea en forma de gritos y arrengas, ya que no puedes participar en la “lucha”. El deporte llega a remplazar a las guerras y combates para satisfacer este propósito. Total, si 1) los seres humanos somo competitivos por naturaleza, 2) satisfacemos nuestra necesidad de comprobar nuestra estima de formas a veces agresivas (si no me crees, aquí viene tu maleteo), y 3) somos seres sociales; ergo, necesitamos competencias agresivas para validar nuestra identidad grupal.

Pero... ¿a un equipo de desconocidos? Capaz tu padre era hincha, y te lo inculcó. "Naciste" hincha. Asi, sigues al equipo de la familia, y defiendes su honor. También puede ser que era el equipo de todos tus amigos o de tu barrio, y seguiste al equipo porque te identifica con ellos (o querias encajar con ellos). Puede ser que un día viste un partido, te gustó como jugó un equpo, y lo seguiste. Se te aumentó la pasión cuando seguiste un campeonato emotivo, quizás yendo al estadio y viendo como ganaron una final... o mas emocionante, ver como casi ganan pero al final pierden (injustamente, seguro). Desarollas una simpatía por el equipo; tuviste una conección emocional intensa con ellos. Por eso al día siguiente, cuando escuchas a un baboso hablar mal sobre el equipo, sientes que debes defenderlos, y lo haces. Ya eres un hincha. Si encuentras a mas como tú, eres parte de una hinchada.

Parte de nuestra existencia es dedicar nuestro tiempo libre a una pasión. Hacemos nuestras labores diarias, atendemos a nuestros compromisos en nuestras relaciones, pero perseguimos un tema. Desarollamos una sub-identidad separada: eres profesor, padre de familia, secretario de tu vecindad, y catador por excelencia de café. Eres abogada, hija, y especialista en cine artístico y clásico. Igual, puedes ser empresario, hijo, dueño de local, e hincha acérrimo de la “U”.

Se dice que el rol del hincha es mantener al equipo vivo. Los años pasan, los entrenadores se van, los jugadores se van, los dirigentes son expulsados, y solamente unos pocos jugadores vuelven como entrenadores y dirigentes. El hincha se queda. Es más, los que pagan las entradas al estadio, compran las camisetas, y suben el ratin de la televisión son los hinchas. Crean la mística del equipo. Al final, así no sean socios ni dirigentes, los hinchas se sienten dueños del equipo.

La barra brava se extiende a distintos países y distintos deportes, y se extiende a por lo menos 1500 años atrás, si no es más. Yo he presenciado a universitarios destrozando todo a su paso a nombre del equipo de football americano que los representaba, y a hombres mayores celebrando igual victorias de hockey y beisbol. Los ingleses, con todas sus modernidades y un cuerpo policial que no necesita pistolas, tiene que lidear con los hooligans. El primer Mundial de Futbol acabó con hinchas argentinos prendiendole fuego al estadio uruguayo. Aunque claro, había antecedentes, con un hincha argentino matando a un hincha uruguayo unos pocos años antes, y luego siendo escondido por el mismo equipo de argentina. En Argentina, la barra brava pasa a ser tema de clubes en los 1970s y 80s, cuando comenzó a haber mas inestabilidad social contra la dictadura, más pobreza, un incremento de jovenes, una guerra, y un gran crecimiento de población en las ciudades. Como era la época de gloria del fútbol argentino, fueron copiados a final de los 80s por los jóvenes en situaciones idénticas en Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, y Perú, en simultáneo. No ayudó que varios países tuvieron modificaciones en sus torneos, que llevaban a que hubiesen más partidos entre dos hinchadas grandes, y luego tambien llevaban a esas hinchadas fuera de la ciudades grandes, hacia las provincias.

Para los argentinos y uruguayos, la situación estaba totalmente fuera de control luego de alrededor de 20 años, y se dedicaron a estudiarlo. Sigue peligroso, pero no al extento de los fines de los 90s. La conclusión de los estudios, mas allá de los temas de conflicto urbano y económico, fue que los hinchas se ponían agresivos por motivo de ética. Si parte de su identidad individual y colectiva estaba atado al equipo, tienen un deber con el equipo, estaban en un día oficial de competencia, y eran insultados por los hinchas rivales (o provocados de cualquier forma, real o imaginaria/exagerada), entonces es su deber de atacarlos. Igual como si defendieran a su hermana.

Los jóvenes privilegiados no son exemptos de sentir la mismas presiones sociales. En los círculos sociales acomodados, hay la misma presión por competir y bajar el ego a los demás. Te sacan a relucir de que familia son y qué tienen, pero tampoco quieren verse como niñas. Para verse fuerte (porque los jóvenes en todos lados son agresivos), algunos optan por probar que tan “calle” son. La imagen del maleante es desagradable en varios aspectos, pero se le reconoce el mito que puede pegar a quien sea, e intimida salvajemente al que le falta el respeto. Sino, pregúntenle a los niños de Beverly Hills que se hacen pasar por raperos de los barrios más bajos. Me acuerdo de algunos de mi colegio que decían ser parte de una pandilla de... Centro Camino Real, el mall de San Isidro (y por varios años el único mall moderno de Lima). Tambien no faltaban los que decían ser parte de la Trinchera o el Comando. Varios eran falsos, pero algunos sí tenían conecciones. Siempre hay jóvenes de mal vivir que se mezclan con los de los sectores mas altos para aprovecharse de ellos, sea para venderles droga y otras cosas, sacarles “prestado” dinero y objetos, o dar apariencias. A cambio les dan conecciones al mundo de lo “maleado”, que siempre fascina.

Pero el hincha de clase A-B-C no tiene necesidad de delinquir o ser parte de una pandilla para sobrevivir. Si de mayor se dedica al crimen, sería al crimen blanco y al tráfico ilícito, y no al simple robo de gorros y carteras. Su barrio no es tan violento; no necesita protección. Puede entrar y salir de la “calle” a su parecer. Osea que si está metido de hincha acérrimo, es porque se enamoró del equipo. Por eso, no se jubila de ser hincha acérrimo a los 22; sigue aburriendo a gente en fiestas con un debate interminable sobre cual es el mejor equipo. Cuando quiere descargar su instinto de agresión y sus frustraciones, puede pelearse entre partidos, con la seguridad que ser parte de un grupo. Si tiene ese deseo de verdaderamente ser el mejor en algo, para ser el super-hincha se va a acercar lo mas que puede a la cúpula de la barra brava (y si no sientes que destacas en nada, mas motivación para destacar en esto). Si tiene dinero para aportar, será muy apreciado (como cualquiera que ha ido a las tribunas populares puede apreciar, ya que siempre hay vivos pidiendo dinero supuestamente para el tambor o una banderola). Si tiene conecciones con alguna autoridad, mejor. Si tiene habilidades administrativas, hasta puede encontrar un papel que jugar en la barra, si hasta ahí lo han aceptado.

Hay unos que renunciarían a ser hinchas tan dedicados, debido a las presiones que te trae ser mayor: casarte, trabajar más fuertemente, criar hijos, pagar una casa, darle tiempo a tu nueva familia. Pero unos cuantos llegan a incorporar su fanatismo a esta vida. O pintan toda la casa de los colores del equipo y ponen nombres de jugadores a sus hijos, o lo desarollan como su hobby, lo que hacen para distraerse y relajarse cuando no estan atendiendo a sus responsabilidades. Y es así que, tal cual como en los países rioplatenses, 23-25 años luego del inicio de las barras bravas, siguen unos cuantos de los hinchas de condición humilde que iniciaron la barra alrededor de los 19 años, y siguen varios hombres de situación acomodada, que fueron chiquillos de 13 cuando los imitaron, pero ahora son hombres de 36. ¿Descargando sus frustraciones de la vida cotidiana al atacar verbalmente a los hinchas de otro equipo? Nunca lo admitirían; tan solo están defendiendo la ética. Es su rol como hombres de sociedad. Nooo, no es immadurez o una crisis de edad media, para nada...

Es difícil para que un ser humano mate a otro individualmente. Usualmente tiene que estar drogado, borracho, o enamorado para hacerlo, ya que va en contra de nuestro auto-control. Pero paradójicamente, es bien fácil matar en grupo.

Si las autoridades de turno y personajes mediáticos verdaderamente quieren cambiar el tema de las barras bravas, está bien que se enfoquen en la educación, en mejorar el sistema judicial, en incrementar las patrullas en los puntos donde se enfrentan los hinchas en los días antes de un clásico, y en crearle trabajo honesto a los jóvenes que viven en distritos sobrepoblados y pobres. Pero para frenar la violencia que causa más horror en los medios - la de personas privilegiadas atacando en las zonas de privilegiados, en pleno partido - se va a requirir algo distinto: cambiar la cultura que lo permite. Se tiene que hablar con los adolecentes que están visiblemente metido con las hinchadas, y hablar con los padres que los permiten continuar así. A los mayores, se les debe humillar por ser tremendos viejos actuando como niños. Se deben frenar a aquellos dirigentes que explotan a barristas para sus propios fines. Se debe corregir tanta comunicación violenta entre los hinchas, y no celebrar en que estadio se matan mas hinchas del otro equipo, o cual le tiene más miedo a cual fuera de la cancha, supuestamente. Si tu ser querido se jacta sobre a quienes daña o que rompió, mándalos a que se hagan tratar por problemas de enojo y furia. Y si quieres que tu hijo sea hincha acérrimo de “tu” equipo, aprovecha para enseñarle que la celebración del triunfo o desgracia de un equipo, NUNCA da permiso para hacer daño a otros. O sino, tu hijo puede ser el siguiente Walter.